lunes, marzo 20, 2006

Exotránsito 1


Tilo nació el mismo día que yo. Tiene mi estatura y el mismo color de pelo. Nos parecemos bastante, se podría decir que estamos hechos bajo un mismo patrón. Esto no siempre es así entre los estimáticos y los referentes. Tilo es mi estimático y yo su referente.

Los estimáticos viven muy lejos de nosotros y es imposible tener el más mínimo contacto con ellos. Se necesita contraer el espacio de un modo desconocido por el hombre para acceder a ellos, pero por nuestro bien es mejor mantenerlos muy lejos. Sólo podemos descubrirlos si experimentamos un exotránsito, que siempre se producen cuando estamos dormidos y vienen en forma de sueño, pero ¡cuidado!, nada tienen que ver con soñar; los exotránsitos son reales como la vida misma. Es casi imposible tener un exotránsito, sólo tienen lugar cuando un estimático consigue encontrar hierbabuena en Tránsito, un lugar remoto y muy peligroso en las lejanas tierras del Norte de allá donde viven. Aunque todo suene a fábula, allí no hay duendes, ni dragones, ni trasgos ni nada de todo eso, qué va. Los estimáticos viven en una sociedad muy parecida a la nuestra y son personas como nosotros que adolecen de los mismos traumas y disfrutan de placeres semejantes. De todos modos, la lógica en la que se mueven es muy distinta a la que nos define y responde básicamente a dos factores que para nosotros son arbitrarios e irrelevantes, pero para los estimáticos sentencian a modo de pesada cruz sus destinos y las relaciones con los demás: el lugar donde nacen y el color de ojos.


Tilo pertenece a una de las contadísimas estirpes que incomprensiblemente mantenía un mismo color de ojos entre todos sus miembros, desde que el mundo es mundo. Los ojos oscuros de la familia de Tilo acomodaron a todos ellos en una posición privilegiada entre sus conciudadanos. Tilo No Ronca, este es su nombre y su apellido. Los No Ronca mantienen influencias en todas las administraciones del gobierno de Laguna, país donde viven y donde desarrollaron un fértil pasado contando además con el respeto y cariño de los legunenses. Por eso, los cimientos de la familia temblaron con la voz en grito que lanzó al cielo Inés No Ronca cuando, al nacimiento de Tilo, la enfermera que asistió al parto dijo: “Claros, como el agua cristalina... así son sus ojos, señora Inés”...

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