miércoles, marzo 22, 2006

Sales


Vengo de darme un baño. A mí me gusta bañarme más que a un tonto un lápiz. Pues bien, lo confirmo: ¡las sales de baño son realmente SAL!.

Estaba yo chapoteando en la bañera cuando vi relucir junto al champú y el gel un pote de sales de baño, variedad “Algas brisa marina”. Así que lo cogí, desenrosqué la tapa y perfumé el agua para disfrutar de un baño relajante, según rezaba la etiqueta del pote. Entonces cerré los ojos, me acomodé y dejé que las sales surtiesen efecto. Sin embargo, un temblor recorrió lentamente todo mi cuerpo, primero por las piernas, luego la panza, los brazos y los hombros hasta que llegó a la cabeza en forma de un leve zumbido en mis oídos, distante e inocente al principio, pero que luego se tornó en un explosivo ataque de nervios que hizo que reaccionase al igual que Glenn Close en una bañera. Me incorporé de un sobresalto necesitando SABER si las sales de baño son realmente SAL.

Volví a coger el pote y tras leer en él todo lo escrito habido y por haber para así garantizar la continuidad de mi perfecto estado de salud, me puse un pequeño grano de sal de baño en un dedo y lo lamí. Y es sal, chicos y chicas, igual que la sal que utilizamos para aderezar nuestros guisos. La verdad es que llevaba unos años desengañado al descubrir que el papel de liar tabaco, por mucho que ponga “Papel de Arroz” para nada sabe a arroz y me basté con comerme un par de ellos. Pero la credibilidad de estos productos ha vuelto a renacer con este descubrimiento. Y no temáis, que no deja del todo mal sabor de boca, siempre que os toméis un grano y no más, Santo Tomás. Mi próximo objetivo será la sal de los lavaplatos, aunque creo recordar que ese producto sí que es tóxico por la calavera que me suena que aparece en la etiqueta.

Seguiré informando.