domingo, mayo 28, 2006

Exotránsito 2


“¿Ya has decidido cuál va a ser tu obsequio?”, preguntó Gael.

Tilo agachó la cabeza, cerró los ojos y asintió con un leve gesto.

- Tilo... – Gael se detuvo y le dedicó una mirada cómplice, cuyo peso Tilo sintió sobre sí y que devolvió levantando la cabeza. Gael quedó impresionado por la transparencia de sus ojos claros - Bien sabes que fui yo quien te reconoció, que tu madre Inés quiso que además fuese tu confesor en tus años de pipíterete y no mucho tiempo después tu consagrador en el gran día del levantamiento de tu líscito.

- Sí, lo sé – Tilo volvió a agachar la cabeza.

- Sé que para muchos niños que van a recibir la asignación, entregar el obsequio no les supone mayor esfuerzo que el de alargar el brazo y ofrecer a su asignador un oso de peluche descosido. Esos niños no son especiales, Tilo; no como tú. Sé que en tu caso, pedirte el objeto que más quieres y por el que sacrificarías una noche de Reyes Magos no es algo que hay que tomarse a la ligera. Sería muy mal asignador si cometiese la imprudencia de no saber que pedir a Tilo el sacrificio de la Asignación realmente es una putada.

Gael dejó nuevamente que Tilo se acomodase en la medida de lo posible en un silencio cargado de comprensión.

- Las leyes de nuestro mundo son implacables, sobre todo la que se refiere a la Asignación. En ella, se obliga al asignado ofrecer el objeto más preciado, el obsequio, a cambio de adjudicarle un referente. Dicho objeto debe ofrecerse el día de la Asignación, a los 5110 días de nacer, es decir, cuando cumplimos 14 años. ¿Tienes claro qué es un referente?

Tilo contestó con voz susurrante.

- El referente es la persona del mundo de los humanos a quien debo referenciar desde aquí, desde nuestro mundo.

- Exacto. ¿Y sabes lo que eso implica?

- Implica que debemos tener mucho cuidado en saber dónde podemos viajar, dónde podemos poner el pie.

- Sobre todo los que nacen...

- ... sobre todo los que nacemos con ojos claros. – Tilo volvió a mirar a Gael y sus ojos azules brillaron más intensamente.

Gael vio tal como pensaba que Tilo estaba preparado para recibir la Asignación. Sacó una llave dorada del cajón y con ella abrió un armario de donde extrajo un cofre también dorado.

- Bien, debes darme el obsequio.

Tilo se descolgó la mochila de los hombros. Se tomó su tiempo para abrirla y sacar de allí su objeto más preciado. Sostuvo una bolsa entre las manos, palpando con delicada dedicación su contenido. Por un segundo estuvo tentado en sacarlo y echarle un último vistazo, pero entendió que nada conseguiría con ello, nada bueno, desde luego. Entregó a Gael la bolsa.

- Tilo, sabes que debo reconocer el objeto.

- Lo sé.

Con extremado respeto, Gael sacó de la bolsa una libreta con el dibujo de un delfín rojo en su portada.

- También debo conocer su contenido – dijo el asignador.

- Hazlo.

Gael abrió la libreta. Al principio creyó que se trataba de un diario ya que la primera página estaba precedida por una fecha: 27 de mayo de 1985. A continuación había escrita en ella la siguiente frase:

“Mi madre me besó hoy a las cuatro y media”

Tilo se quedó contemplando cómo Gael iba pasando cada una de las páginas de la libreta. Entonces, el silencio no era nada cómodo. Nada complaciente.

En la segunda página, del día 11 de julio de 1985, Gael pudo leer:

“Hoy mi madre me frotó cariñosamente su mano por la espalda a las tres”

En la tercera página, fechada dos meses después, había escrito:

“Mi madre me besó hoy a las once de la mañana”

Gael estuvo pasando las hojas de la libreta como si fuesen lápidas, sintiéndose muy violentado por leer cómo Tilo había decidido escribir a partir de los siete años las muestras de cariño de su madre. Gael llegó a leer 37 frases en 37 hojas. En la última, escrita dos semanas antes, Tilo anotó:

“Hoy mi madre me besó a las siete de la tarde”

Gael cerró la libreta y le costó mil esfuerzos dirigirse a Tilo, que estaba impasible tras su mirada azul. De repente, la puerta se abrió y la figura alta y negra de Inés No Ronca rompió con su ensordecedora presencia el silencio de la habitación.

- Gael... – dijo Inés - ¿Quién es el referente de mi hijo?

El asignador guardó la libreta en el cofre y de allí sacó una hoja doblada por la mitad.

- Señora Inés... – Gael desdobló la hoja y leyó – El referente de Tilo No Ronca es Andrés Gil Soler, natural de Barcelona. Por lo tanto, se declara a Tilo su estimático.

Inés sonrió orgullosa por sentenciar con Tilo su labor de haber llevado con éxito a sus hijos a la Asignación. No le interesó lo más mínimo saber qué obsequio quedaba guardado en el cofre dorado, ni tampoco le importó ver en Tilo un rostro desencajado. Se agachó depositando la mano sobre su hombro y le dijo:

- Hijo, espero lo mejor de ti.

Tilo miró fijamente los ojos negros de su madre y no vio en ellos el menor signo de amor, sino un brillo de autocomplacencia y orgullo por el que adivinó su siguiente jugada... Inés se acercó a su hijo y le dio un beso.

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