jueves, enero 21, 2010

NOVELA INACABADA. Capítulo 5



NOTA: ¿Estáis al loro? Me da a mí que no, que cuando veis una entrada mía dedicada a la
Novela Inacabada, ya sabéis, aquélla que escribí en mi tierna adolescencia, decidís continuar en el Facebook o apagáis el ordenador directamente. Lo digo porque, si ya sois pocos los que más o menos me seguís (¡hola Raquel!, ¡hola Sabrina!), estas entradas no generan ni un solo comentario que ayuden a mantener la media de este blog... que se sitúa en un comentario justamente; a lo sumo, dos. Pero, ¿qué ocurre?, que cuando veo el negrita en mi buzón, no sólo me alegra el mes, sino que tengo la sensación de que ¡bueno, a alguien le ha interesado lo que he escrito!; y es que yo con poquito me conformo, pero con nada me da que pensar que debo cambiar de programación. Pero no pienso hacerlo con mi Novela Inacabada, que os aviso, es exquisita como una serie de Josh Whedon, a la que hay que darle tiempo porque lo bueno está por llegar.

Hoy toca el capítulo cinco que ya os digo que DEBÉIS LEER si me queréis en algo, porque lo bueno empieza en él, en este drama en tres actos del cual escribí un tercio del primero. Así que cargad pilas, porque se avecina tormenta.

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Marlon salió de la comisaría a la una y media y se fue a un restaurante a comer, ya que había dicho en su casa que no iría al medio día. Pidió un plato con dos huevos fritos, patatas, chorizos y dos buenos trozos de lomo rebozado. Se sentó al lado del cristal para distraerse un poco y pensar en lo que debía hacer. Él tenía la copia de los informes que Harry realizó. También tenía otra información aún más importante que descubrió junto a su amigo, una información que también podría costarle la vida.

Pensando en este tema se le quitaron las ganas de comer y dejó el plato casi lleno. Puso la mano en el bolsillo de la americana para pagar, extrajo cinco billetes y los colocó encima de la mesa. Al salir del restaurante, se dirigió a una librería que había allí cerca. Compró el periódico por si salía alguna noticia relacionada con el caso, pero no hubo nada. Después se fue al
parking a coger el coche y al salir volvió a pensar en el tema. Lo único que tenía que hacer era entregar esos informes al Estado y olvidarse del caso completamente.

Pero no podía.

Pasó por
Arthur Street y se paró en el centro de la carretera. Miró por el retrovisor por si alguien le seguía, pero no había nadie.

Estuvo apunto de entrar en casa de
Harry pero rechazó la idea inmediatamente. Puso el motor en marcha y se fue de allí lo antes posible. Era hora de irse a su casa.

En ese momento salió un hombre del portal de
Harry con un papel en la mano.

Marlon dejó el coche en el garaje de su casa y subió tres escalones antes de llegar a la puerta. Puso la mano en el bolsillo y sacó las llaves de la casa, buscando la de la puerta principal. La introdujo en la cerradura y la giró hacia la izquierda. Al abrir la puerta encontró a Laura subiendo las escaleras.

- ¡
Ah papá! ¿podré ir esta noche a la discoteca?

Mientras
Marlon le puso la mano en la nuca y le daba un beso en la mejilla le respondió.

- Lo que tú quieras, preciosa.

- Papá, que tengo 18 años.

- ¡No me digas!

Mientras pronunciaba estas palabras,
Cathy salió de la cocina para recibirle.

- Hola cariño - y le dio un breve beso en la boca en el momento que
Marlon pasaba la mano por la cintura de su mujer.

- Ven,
Cathy, que te quiero decir una cosa. Es muy importante y quiero que todo lo que te diga lo mantengas en secreto.

- ¿Qué es?

- Te lo diré en mi despacho.

Los dos se dirigieron al fondo del pasillo y penetraron en la última puerta. Laura les siguió con la vista y subió a su habitación.

- ¿Qué es,
Marlon?

- Primero quiero que te sientes.

- Pero, ¿es tan importante?

- Sí.

Marlon se sentó en su sillón, apoyó los hombros* en la mesa y juntó las manos contra su boca. Cathy se sentó detrás de la mesa, como si un paciente va a visitar a su médico. Lo que tenían como principal regla en la casa era que el trabajo no se debía interponer en el matrimonio. Así que cuando se encontraban en una situación como en la que ahora estaban, el marido era quien llevaba la situación y la mujer no podía interrumpirle en ningún caso. Como decía Marlon, el trabajo era el trabajo.
*Está claro que tenía cierta confusión en la anatomía humana y que me refería a los codos.


- Cathy, tú sabes quién era
Harry, pues ayer por la noche lo asesinaron. Como bien sabes, nosotros dos llevábamos a cabo una investigación relacionada con un asesinato que se producirá dentro de unos meses. Él tenía esa información escrita en unos archivos y lo mataron por eso. Nade lo sabe, sólo yo. En su habitación no estaban los archivos, en cambio sí que estaba la mesa revuelta con papeles de poca importancia esparcidos por la mesa. ¿Quién iba a querer una información tan valiosa sino el asesino que cometerá el crimen dentro de unos meses? Otra persona no los hubiera cogido por temor a meterse en líos.- Abrió el cajón y sacó un maletín forrado en piel, que dentro contenía las fotocopias de toda la información sobre el asesinato -. Aquí hay una reproducción de esos archivos.

- ¡Oh dios mío!, pero ¿estás loco? ¡NOS MATARÁN!

- Tranquila, nadie lo sabe. Lo que hay que hacer es llevar estos papeles al Gobierno lo antes posible.

- Mañana mismo.

- No, imposible, se notaría.

- ¡Pero nos tenemos que deshacer de esos papeles cuanto antes!.

- No te preocupes, de eso ya me encargo yo. Hay dos
cosas que aún no te he dicho. La primera es que también poseo los informes de dónde se realizará el asesinato. Te digo esto para que no se te escape la lengua por ahí.

-
Estate tranquilo.

- La segunda cosa es que el asesino pertenece a una mafia...

- Dios.

- ... que se encuentra en Nueva
York. Está aliada con otras familias de EEUU, muy poderosas todas y nosotros no podemos hacer nada, salvo entregar los informes al Gobierno.

- ¿Por qué te metes en esos problemas,
Marlon?

-
Cathy, yo trabajo en la oficina GEM, o sea, Oficina General del Estado Mayor y sabes que mi trabajo es ayudar al Estado, en otras palabra, al ciudadano, y si me entero de que van a matar al presidente...

- ¡Al presidente!

- ¿no te lo había dicho? Pues sí, al presidente. Como te iba diciendo, si me entero de que van a matar al presidente, mi deber es intentar conseguir toda la información posible para detener este horrible suceso.

- Pero ya habrán otros que impedirán...

- Piensa que esta información la descubrimos
Harry y yo, y que nadie lo sabe salvo tú ahora. ¿Qué harías en estos momentos?

- Lo que vas a hacer tú.

- ¿Pues entonces?

- No, nada. Es que estaba preocupada, nada más.

Marlon miró al reloj, se levantó del sofá y subió al piso de arriba para hablar con su hijo mayor.

- ¿Dónde vas?

- Arriba ya que
Johnny me dijo que quería hablar conmigo.

- Vale,
yo iré a preparar la cena. ¡Laura, ven a ayudarme!

Laura bajó corriendo las escaleras y entró en la cocina.

- Mamá, ¿qué era eso tan importante que te quería decir papá?

- Nada, hija, nada.

Marlon estaba caminando cuando vio salir a Bill de su habitación.

- ¿Qué tal,
Billy?

- Bien, muy bien. ¿A dónde vas?

- Voy a ver a tu hermano que me tiene que decir algo.

- Vale. Yo voy abajo.

- De acuerdo - dijo
Marlon dando una palmada en la espalda de Bill.

Al llegar al final del pasillo,
Marlon llamó dos veces a la habitación de Johnny y entró.

- ¿Se puede?

- Por supuesto - dijo
Johnny.

- ¿Querías decirme algo?

- Sí, padre.

Marlon se sentó en la cama de Johnny y su hijo se situó a su lado. Éste último comenzó a hablar.

- Padre, iré directo al grano. Quisiera ir el año que viene a trabajar a Europa, a Inglaterra concretamente.

- Hijo, tú sabrás lo que haces, eres mayor de edad. Sólo te pido que lo pienses detenidamente, que todo llegará. Escoge lo que te sea mejor.

- Gracias.

Los dos se levantaron al mismo tiempo y
Marlon abrió la puerta.

- A ver lo que nos prepara hoy de cenar tu madre.

Johnny sonrió ante este comentario y se ajustó el cinturón a su comodidad.

Bill estaba subiendo las escaleras y al ver a su padre y a su hermano dijo:

- Ya está la cena preparada.

- No habrá... - comenzó diciendo
Marlon.

- Verdura.

Marlon puso cara de angustia y junto a sus dos hijos comenzó a reír.

En ese momento, el teléfono sonó y fue
Marlon quien cogió el auricular.

- ¿Sí?

- ¿
Marlon Grimes?

- El mismo.- Y el hombre que estaba al otro lado de la línea colgó.



Fin del capítulo 5.

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